martes, 8 de enero de 2013

UN NUEVO 8 DE ENERO

   Hoy comienza un nuevo ocho de enero. Tras la comida con los compañeros, Nochebuena, Nochevieja, Año Nuevo, Reyes y lo que esta fiesta conlleva: conciertos navideños, copiosas cenas de nacimiento y de despedida de un año agridulce con uvas como postre tardío (tradición de excedente de cosecha), cena de altos vuelos, copas, roscón... Y de nuevo: aquí llega otro ocho de enero. Otra cifra por añadir al recuento de la vida, otra vela más en la tarta. Otro calendario iniciado con las sorpresas que me quiera deparar: lo exprimiré al máximo, sea naranja o limón. Dice un villancico de mi pueblo que "la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más": disfrutemos del baile mientras dure la música.

    Tengo empacho navideño, aún así prefiero celebrar este aniversario, que se hará efectivo a la una de la madrugada de un día de resaca fiestera. Llevo la cuenta, sí. En mi cuerpo se reflejan los años como los anillos que surgen tras la tala. Intento mitigar el paso del tiempo rejuveneciendo el espíritu: ¡queda tanto por vivir, tanto por aprender! Haciendo ejercicio a diario. Cada minuto que anda este reloj vital, este metrónomo que marca el compás de los días, es un regalo para nuestro disfrute. Hay una edad biológica y una cronológica, hay que cuidarse siempre de que la primera sea menor a la segunda. Hay que fluir siempre, como el agua que forma el riachuelo, nunca estancarse, nunca. He decidido subir la cuesta de enero en bicicleta, un Ángel ha instalado una dinamo para alumbrar el asfalto que transito; unos leds brillan en la oscuridad mientras el alba se decide a despuntar tras las frías crestas nevadas.
    Esta noche mi madre evocará, con detalles de alumbramiento, como fue mi llegada a las 12,40’ de la madrugada, en aquella juventud que ahora recuerda con una sonrisa en la mirada y un sabor dulce en la boca. Me esperaban tras haber pasado la primera hoja de un nuevo almanaque en su hogar recién formado- con toda la magia y la incertidumbre que ello conlleva - en aquel año que daba carpetazo a la década de los sesenta. Estrenaban juventud, hacían el rodaje a su matrimonio y aquel enero llegué yo convirtiéndoles en padres noveles: la vida y sus etapas. Yo también las pasé. Mi hija me dice a menudo que me queda mucho y bonito por vivir, si ella lo dice... También hace un par de años, un tipo que acababa de conocer en una barbacoa de amigos, lo vio en mi mano. Me dejó asombrada cuando acertó con todos los entresijos de mi vida. Hice ademán de querer retirar mi palma abierta porque sentí el frío de quien desnuda su alma y abre su mente a un perfecto desconocido. Peculiar aquel personaje que dijo ver más allá aún, quedando mis preguntas en privado en el tintero. Quizás algún día volvamos a coincidir, aunque no le preguntaré nada del futuro, me da grima.
    Y hoy, estreno otro ocho de enero que me hace cumplir y me hallo como en horas laborables, frente al teclado de un ordenador. Intento poner en orden mis papeles y mis roles en este nuevo año en el que yo, como casi todos, brindamos por los nuevos propósitos y por la salud. La felicidad. La felicidad se encuentra en el instante que tú desees vivir más apasionada e intensamente, el que más te haga disfrutar. El dinero no da la felicidad: he visto a muchos pobres sonreír por conformidad con un corazón repleto de generosidad, he visto a ricos y poderosos que no dejan de codiciar, mientras su corazón se torna piedra.
    Mi felicidad es estar en paz conmigo misma, es dar mi aliento, mi apoyo, mi abrazo y estar allí donde se me requiere o así yo lo presienta. Y perseguir algunos sueños. Estoy escribiendo mientras escucho “La taberna del piano: homenaje a Billy Joel”, una exquisitez del pianista almeriense Ramón García. Me apetece estrenar una nueva cifra haciendo lo que me gusta: escribir mientras escucho buena música, después de haber celebrado con antelación, en familia y al sol que reflejaba el río del deshielo en Monachil, buenos guisos regados por las vides de la tierra y ¡cómo no! mejor compañía, sintonizando en un dial variable en un intervalo entre 2 y 91 años. Yo estoy situada en un punto intermedio, por ahora…
   ¿Qué me deparará el destino? ¿Qué sucederá en 2013? Qui lo sa. Sólo adivino que ya no son iguales los días, todo cambia, todo se transforma, también mi físico. No, no soy Brad Pitt en El curioso caso de Benjamin Button, yo no rejuvenezco al pasar el tiempo. Tampoco soy Dorian Gray porque no he hecho ningún pacto con el diablo. Sólo espero otro ocho de enero, aún no he embalado los adornos navideños, aún pervive en mi casa la magia de la Navidad, el misterio de la noche de reyes, escondido en cajas de cartón y papel de celofán que envuelve regalos inesperados en un año que acaba con la cifra 13 de la superstición al que no le predicen buenos augurios. Yo en cambio soy optimista, aunque inicie otro ocho de enero con mantecadas en la báscula y vuelta a la rutina en bicicleta, en cuestas en rebajas en las que me abro paso por el carril que me permita el futuro escrito en las líneas de mi mano. No hay sentidos prohibidos en mi mente, no hay puertas cerradas a la cultura que habita en las bibliotecas, no hay impedimentos a la imaginación, no hay vallas que cerquen la inventiva, no hay recortes a la fantasía. Hay viajes reales en tiempo de ocio, hay libros que esconden billetes de ida y vuelta. Hay un mundo por explorar, nuevas sonrisas que admirar, desconocidos ojos con los que cruzarse, conversaciones interesantes que esperan al doblar una esquina, acordes jamás escuchados, palabras que ofrecen distintos significados... Todo es posible donde habito, nada es para siempre, sólo existe una sola cosa segura: el tiempo pasa y la vela al consumirse, se apaga.
    El caso es que ha llegado un nuevo ocho de enero y en este minuto mismo hace unas décadas estaba empezando a calentar mi voz, la misma que hoy os dice, mejor dicho, os escribe: de lo que deseéis para mí, para vosotros el doble. Porque me considero bien nacida y agradecida. Se que hoy me deseáis felicidad a raudales, mil gracias: ¡sed felices también! Y si en el transcurrir de la vida, la salud, la economía, el amor o la suerte en ocasiones os da la espalda, recordad entonces el Resistiré del Dúo Dinámico, poned a tope el volumen y cantad:

Cuando pierda todas las partidas
Cuando duerma con la soledad
Cuando se me cierren las salidas
Y la noche no me deje en paz.

Cuando sienta miedo del silencio
Cuando cueste mantenerse en pie
Cuando se rebelen los recuerdos
Y me pongan contra la pared.

Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel

Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla,
Pero siempre sigue en pie.


Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré.

Cuando el mundo pierda toda magia
Cuando mi enemigo sea yo
Cuando me apuñale la nostalgia
Y no reconozca ni mi voz.

Cuando me amenace la locura
Cuando en mi moneda salga cruz
Cuando el diablo pase la factura
Y si alguna vez me faltas tú.
Resistiré, erguido frente a todo…"