Una mañana nueva por
estrenar. Una neblina espesa oculta la ciudad. Se despide el otoño con noches
que ganan la partida a los días: se acerca la Navidad. Una silueta recortada en grises enmarca
Granada, Muley Hacén descansa en la cima ¿se atreverá el sol a asomar? Otra vez
me he dejado olvidada la cámara de inmortalizar sobre la estantería... Despiste
el mío con ese paisaje esperándome al alba.
Recorto rotondas, esquivo el acero:
el Circo del Arte ha sido violado por las perforadoras. Recuerdo aquel día en que me uní a su causa de
supervivencia en las Pasiegas, los titiriteros y los payasos reivindicaban su
continuidad... y yo, rodeada de mis niñas disfrazadas con una nariz bermellón y peluca blue, me lo olía. En
estos tiempos cambiamos el arte por el economato... ¿dónde está la opción de
"no me gusta”?
En el Beiro me espera la Joya de la
Corona, los documentos escritos para pervivir por los siglos de los siglos y
otros más tediosos y rutinarios: papeleos de a diario. Pasan una y otra vez por
mi manos, los guardo en carpetas ordenados (siempre he sido una maniática de la
sistematización). Una promoción que no llega, unas leyes que se cambian al
antojo del mejor postor. Un ciprés ha ardido junto a la fachada del archivo: un atentado a la naturaleza y al
patrimonio documental. No encuentro valores en derredor, muchos padres no los transmiten en los hogares. En los colegios, sufre un recorte la educación.
La niebla me vuelve a nublar los ojos, se
acerca el invierno, la estación que más nos aleja del sol. La psicología me
espera en las calles: sobre los acordes de un acordeón, una mirada añil de
agradecimiento; un juego de cartas de dos en la acera, regado por un litro de
cerveza situado frente a una caja con pocas monedas. Ellos nunca llegan tarde.
Hoy de nuevo la gente se echa a la calle, cada día un gremio: le ha tocado el
turno a los investigadores. No podemos recortar también en investigación, sin
ella no hay avance que valga en esta sociedad anclada en la mediocridad. No
debemos permitir la fuga de nuestros mejores cerebros y consentir que siga al
mando más de un descerebrado: no aguanto por mucho más tiempo esta situación.
Ayer miré algunos "Españoles por el mundo", concretamente en la
capital de Suiza: Berna. Caminaban por bonitas calles cuidadas y limpias y se
bañaban en ríos, accesibles al baño público, sin colchones ni somieres
oxidados, sin señales de tráfico de sentido prohibido en su cauce ¿acaso los
patos necesitan que se les modere la circulación por el Genil? Carriles
habilitados para las bicicletas, transportes públicos en los que no se invade
tu espacio vital, ciudadanos que no son amigos de lo ajeno… Aquí, en estas
coordenadas en las que me hallo, la realidad de otras ciudades europeas me
parece un mundo de fantasía inalcanzable: ¿es tan difícil importar algo del sentido
común de la vieja Europa? Dejemos de imitar sólo lo malo, comencemos a educar a
los niños, multemos a los mayores que no cuidan ni respetan el mobiliario
urbano. Demos ejemplo desde los más altos estamentos. ¿Acaso aquí se elaboran
las leyes por el placer de incumplirlas? Estoy segura de que sí: últimamente la
picaresca se ha instalado en los telediarios.
Un grupo de niñas muere al estallar una mina antipersonas. Otros veintitantos fallecen tras los disparos dementes de un adolescente que debiera haber sido tratado por profesionales de la salud mental, que por desgracia, al ser privada, es más inaccesible para él que un juguete mortal. Familias que se arman hasta los dientes en países que están en guerra hasta consigo mismos. Párvulos que mueren abrazados mientras sus retinas reflejan el miedo y el brillo de un arma que irrumpe en un baño escolar. Una joven maestra de inolvidables ojos claros, se convierte en heroína al permanecer sola ante el peligro, tras enviar a sus alumnos al gimnasio. Salva muchas vidas recién comenzadas, la suya termina con sordos disparos. Frases incoherentes en el noticiario: "si los profesores portasen un arma, no habría sucedido..." ¿Acaso estoy soñando? Es la peor novela de ficción que habría imaginado...
Y otra vez vuelvo al inicio: Una
mañana nueva por estrenar... ¡pero si a mí me parece la misma de ayer! El
acero, el asfalto, las calles llenas de indignación, las compras de esta
Navidad sin blanca... Quiero volver a perderme en un sueño, de calles floridas
e inmaculadas, con intersecciones de miradas y sonrisas satisfechas, llenas de
gentes ocupadas, de niños con brillo en la mirada, de alegres juegos inquietos,
vidas que están bajo nuestra custodia. Parques repletos de árboles que aportan
tonos verdes al paisaje, de ruiseñores que cantan, de bosques frondosos
agradecidos por no albergar pavesas incendiarias. ¿Acaso pido algo imposible,
algo inalcanzable? Estoy segura de que no, sólo hay una cosa que no tiene
remedio, todos lo sabemos. Siempre es posible un mundo mejor. No quiero
imaginar como Lennon, no quiero soñar: quiero vivir en la realidad, en otra
realidad. Yo aportaré uno de los granitos de arena que forme la duna que el
viento desplaza en la playa... ¡aporta tú el tuyo y no la dejemos fosilizar!
Mientras tanto, tu lectura pausada
es Eolo que mueve mi vela, tu abrazo, el mejor aliento y consuelo, tu sonrisa
siempre me curará los desgarros del alma. A todos, los que me leéis, los que no; los que conozco personalmente o
en mental conexión, a todos, siempre lo mejor. ¡Feliz Navidad!