jueves, 6 de marzo de 2014

"Mi recapitulación sobre Granada: Al-Andalus: arte y culturas. El poder de la Alhambra"


   El 28 de febrero celebramos el día de Andalucía, topónimo que deviene de la castellanización del árabe Al-Andalus, que fue el territorio de la península ibérica que se halló bajo el gobierno islámico desde el año 711 al 1492. Hay otra tesis que sostiene que este nombre árabe deriva del griego Atlantis o del latín Atlanticum, por el nombre del océano que baña nuestra costa oeste. Siendo así, hoy no podía dejar de escribir sobre la importancia de los legados expuestos y conservados en los museos, y concretamente de lo que me ha impactado últimamente, porque hoy para mí Andalucía es un compendio de Al-Andalus.

   Ocho siglos no se pueden recoger en el abstract de una exposición, nos ha quedado mucho más de lo que podríamos contemplar tras los cristales de una vitrina. No hay más que hablar y las palabras aflorarán hacia nuestra cuerdas vocales, escribir hasta percibir la etimología de los vocablos. No hay más que mirar a nuestro alrededor y lo veremos reflejado en ciertos ojos almendrados que nos contemplan en cada recodo de nuestras ciudades. Pero hoy, precisamente hoy, las piezas en las vitrinas que contemplo y las explicaciones de sus textos, no podrían haber sido mejor escogidas.

   Comienzo en la primera sala, la marlota o jaique de Boabdil era de su ajuar la prenda que más llamaba mi atención. Es también la pieza estrella de esta exposición, con lo que, tras observar al pasar la jámula en la que le imaginé sentado y tomando decisiones trascendentales para el futuro del Reino, paso a admirarla. Me sorprende su amplitud. Se que el chico era más bien esbelto, pero se debería perder ante tal extensión de terciopelo carmesí, bordado en formas vegetales y con filos rematados en oro. Admiro su confección, los pespuntes son muy pequeños, apenas perceptibles y a través de la boca de una manga observo que va completamente forrada con tela color ocre. Una terminación propia de una modista al detalle. En el suelo de la vitrina, sus polainas y babuchas. Una vigilante de la exposición me observa de reojo mientras comparo el largo de mi bota con la suya. No me parece un calzado muy cómodo al no llevar suela. Observo el cinturón. A mi acompañante y a mí nos sorprende su fina terminación, lleva hasta un monedero incorporado... ¡y nosotros que pensábamos que lo habíamos inventado todo!

   Un tintero utilizado para albergar el líquido con el que esbozar la escritura, en sentido izquierda derecha, de aquellos manuscritos árabes que luego contemplo ensimismada. Quisiera que mi pluma se empapase con la tinta que en otro tiempo contuvo aquella joya de recipiente del saber. Muchos de los libros que observo han sido traídos desde Tetuán, ciudad adonde se dirigieron nuestros antepasados tras la expulsión del reino. Gracias a Alá se salvaron de la quema en plaza Bib-Rambla, donde ardió el conocimiento en 1502, junto al río del oro Dauro. Me gustan tus ojos, tal vez conservan el embrujo de los ojos moros... Creo que en otra vida viví tras las murallas alhambreñas, fue fascinante. Me apasiona mi pasado andalusí, me gusta ser granadina, agradezco haber recibido este legado: me pasaría las horas muertas escuchando las historias que me susurran al oído las paredes de la Alhambra.

   El estoque y la vaina de Boabdil, han sido esculpidos con una delicadeza exquisita, no puedo imaginar los cuerpos que habrá atravesado tal belleza, le tengo tan idealizado, que le veo incapaz de haber sesgado vidas en sus enfrentamientos hermanos o en los que mantenían contra las huestes cristianas. Arquetas de taracea en cuyo interior se depositaron preciosas joyas de las sultanas de la Alhambra y que perviven en las manos artesanas, esas que continúan encasillando piezas de nácar, madera y concha en la Cuesta de Gomérez de Granada, esas que siempre contemplo embobada tras dejar atrás el bosque de los cientos de especies arbóreas, que son el refugio de los pajarillos que trinan en los alrededores de la Alhambra. Un día adquiriré una mesa de ajedrez taraceada, con figuras que representen a los contrincantes de la Guerra de Granada.


   Estoy rodeada de vuestra cultura. Desde mi mesa de trabajo contemplo atauriques en las albanegas, frente a la alberca parecen no haber pasado los siglos. Mi mente es así, navega cual nenúfar entre las hojas lanceoladas de un sueño multirracial. Soy granadina y a mucha honra. No necesito los cuentos de la Alhambra para saber que vivo en un rincón privilegiado del mundo. Es un honor haber nacido en la frontera del Reino de Granada. Es una suerte vivir en el paraíso anhelado. Siempre he sostenido que en la diversidad está la riqueza.

   Observo el báculo de Cisneros, curiosamente lleva inscrito el lema nazarí “Alá es vencedor”. En la novela “El segundo hijo del mercader de sedas”, de Felipe Romero se repite hasta la saciedad “wa lā gāliba illā-llāh". He rozado  la linde de las emociones con esta lectura: rodó la lágrima, estalló la risa. Siempre ha habido un cóctel de culturas.
   Más de trescientas piezas traídas de los lugares dónde han sido hallados o dónde se custodian estos reductos del paso de la cultura árabe por la península. También han colaborado instituciones de las Islas Baleares, así cómo varios particulares. Tras las reconquista, el último reino nazarí, el Reino de Granada, formado por territorios de las actuales Jaén, Almería, Murcia, Málaga y Granada. Somos distintos a Andalucía occidental, distintos y aún así hermanos.  Ha pasado un milenio y seguimos empeñados en poner diques a los mundos que hemos enumerado. De poco nos sirve avanzar en capital, si perdemos los valores primordiales del ser humano.

   Ha llovido mucho desde 1492 y a pesar de todo, Granada sigue sitiada. Sitiada por la belleza que la rodea, por el desconocimiento de su valía y su potencial, por su falta de autoestima, por la dejadez de la Administración que no ha sabido valorarla en su justa medida. Granada sigue sitiada, porque los granadinos no sabemos valorar lo nuestro y seguimos esperando que nos reconquiste un príncipe de ojos azules venido de tierras lejanas. No Granada, no esperes nada mejor. Tienes vides que dan fruto dulce, tañen campanas en tus iglesias, almuecines  llaman a oración. El Realejo  alberga vestigios de judíos no errantes, la luna ilumina alegre el Paseo de los Tristes, las cuevas del Sacromonte se visten de flamenco pasión. Una guitarra española acompaña el paso del Cristo de los Gitanos, se oye una saeta: es miércoles santo.  Universidad de prestigio, puente entre continentes, cuna del saber, del conocimiento y de la investigación. Tienes la vega, el mejor producto de la tierra, sólo falta que la brisa del Mediterráneo avive en tí la llama del emprendimiento.  Tienes rincones que rezuman agua fresca en los pilares del tiempo, aquellos que se deshielan desde las altas cumbres de Sierra Nevada, Sulayr. Tienes dos ríos lorquianos que bajan de la nieve al trigo. Brotes de primavera, literatura, musicalidad en las noches de estío del Generalife. Suenas a integración, a pinceladas variopintas multicolor, a melífluos recitales de versos de amor. No eres nazarí, ni judía, ni cristiana: eres riqueza en las almas.  Sólo si te amas vencerás al paso del tiempo. Mírate en el río Genil reflejada y verás cuan hermosa eres Granada. Y ahora aún más si cabe, cuando en las entrañas de aquel palacio que Carlos V construyó para hacer la Sabika más cristiana, albergas los vestigios de una cultura que se instaló en tí y en la ibérica por los siglos de los siglos.

   ¡Ay de aquel que no venere a su padre y a su madre! ¡Ay de aquel que no entienda, que somos presente porque el camino del pasado que construyeron nuestros ancestros nos ha traído hasta este presente! No importa el Dios al que reces, no importa el idioma que hables, los reductos que dejarás serán los de tu buena obra y solamente la llevarás a cabo, si eliges el sendero correcto, el que el destino ha marcado para tí, iluminado con las antorchas de la luz que irradia tu corazón.

   Este legado estará expuesto en el Palacio de Carlos V hasta el penúltimo día de marzo y es una ocasión única que no deberíamos perder. Ha pasado un milenio, y somos los descendientes, somos los habitantes del Reino de Granada. Maktub.










No hay comentarios:

Publicar un comentario